30 de junio 2001


POR ASCANIO CAVALLO

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¿Para qué sirve la crítica de cine? ¿Para recomendar películas y ponerles estrellas? ¿Para decirle a la gente lo que es bueno y lo que es malo, de acuerdo al gusto exquisito de alguien exquisito?

La pregunta se responde si uno primero se responde otra peor: ¿para qué sirve el arte? ¿Sirve realmente para algo?

Esta serie de artículos escritos por el periodista Ascanio Cavallo a finales de los noventas (y publicados originalmente en Artes y Letras de El Mercurio) son los primeros aprontes por responder algunas de estas preguntas, especialmente aquella que tienen que ver con el cine.

Después de analizar el culto hacia las películas en las últimas décadas (por un lado, el friquerío por endiosar las películas de culto y el cine B; por el otro, los sesudos estudios académicos escritos desde los años sesentas, que nadie se dignó en leer en mucho tiempo), la primera respuesta es una sola: "El arte no sirve para nada de lo que tantas buenas personas habrían querido", escribe Cavallo. "No sirve para la ideología, ni para la moral, ni para la religión, ni siquiera para el crecimiento personal. Cuando más nos ayuda a oírnos a nosotros mismos, nos interna en el yo profundo del que solemos ausentarnos o huir, por convivencia o por tranquilidad".

Y sigue: "Lo que nos conmueve del arte, y de las películas muy en especial (...) se relaciona con el hallazgo perpetuo de nuestras honduras más remotas".

La buenas películas, las grandes películas, iluminan en nosotros parte de esas honduras. Y las críticos de cine, sólo los grandes críticos de cine, se deleitan con mostrarnos lo que, irónicamente, ya hemos visto.

De ahí la importancia de estos artículos. Porque, mientras vivimos en una época en que existe la tendencia de pensar que todo da lo mismo, que las películas puede medirse con estrellas y puntos, Cavallo clava el cuchillo en la mesa de discusión. No todo da lo mismo. No todas las películas son iguales. Existe un canon, no impuesto desde otras artes, sino que desde el mismo cine. Solo viendo películas, muchas películas, se hace evidente ese canon. Es el momento sublime en el que nos rendimos ante el peso de la evidencia, en el que, como dice Cavallo, "la superioridad y la inferioridad en el cine (se miden en el arte como) la diferencia entre aquello que está ganando la lucha contra la muerte y aquello que lo está perdiendo".

Esta serie de artículos, pensados originalmente para ser editados en un libro, aun esperan ver la luz. De momento, los recogí en esta página como una forma de hacer accesible unos textos que yo mismo me he visto leyendo y releyendo varias veces, porque tienen la rara cualidad de ser esos escritos que dan ganas de ver más cine.

El canon del cine
(20/4/1997)
"Un filme de..."
(25/5/1997)
Los malditos y los serios
(6/7/1997)
John Ford: "¿Qué clase de hombre es, madre?"
(10/8/1997)
Orson Welles: "Uno debe ser lo que parece"
(31/8/1997)
Martin Scorsese: "Quizás estoy pagando mis pecados, Joey"
(19/10/1997)
Buster Keaton: La invención de la mujer demencial
(23/11/1997)
Howard Hawks: "Soy difícil de lograr, John T."
(28/12/1997)
John Ford/Howard Hawks: No se muere sin decir adios
(22/2/1998)
Stanley Kubrick: "Dave, detente, ¿quieres?"
(18/4/1998)
Alfred Hitchcock: La última frontera del ser
(1/11/1998)
Akira Kurosawa: "Como un sucio ángel..."
(6/12/1998)