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EN CARTELERA

El problema con Bill Murray (y los silencios de Jim Jarmusch)

Cartas sin remitente

Estos días lluviosos, después de las tempestades cinéfilas de las últimas semanas, pueden ser el momento perfecto para buscar algún refugio. Un lugar tranquilo que a uno le haga pensar en otra cosa. Pero no entregar el cerebro a la lavadora. Igual pensar. En otras cosas. Yo iría a ver «Flores rotas» de Jim Jarmusch. De nuevo. La vi en DVD hace varios meses, y no me parece una mala idea ir a verla al cine otra vez, dado que apareció en cartelera este jueves. Y eso que tengo sentimientos muy encontrados con esta película.

La verdad, Bill Murray ya me tiene medio atragantado. A mí, que he sido absurdo fan de todas sus películas, desde «El pelotón chiflado» en adelante, no sé si me entusiasme tanto volver a ver otra más de sus películas. ¿Solo soy yo el agotado con Murray?

La construcción de su personaje cinematográfico no deja de inquietarme. Cuando joven (siempre calvo) era una especie de Jack Nicholson liviano, mezcla de caliente, con chistoso, con torpe, y con héroe al final del día. Hoy, me imagino que después de «Hechizo del tiempo» (tcc «El día de la marmota»), pero sobre todo desde «Rushmore» (tcc «Tres es multitud»), el Murray que vemos en el cine es una especie de millonario constante que tiene todo el tiempo del mundo para sumergirse en su soledad y en sus problemas existenciales. Ello se traduce en a) una constante carita de pena; b) una mirada irónica; c) momentos de silencio en lo que se supone que va a decir un chiste pero finalmente no dice, y d) una linda lección aprendida al final de todo, sin que haya desaparecido la carita de pena. Creo que la última que le aguanté fue «La vida acuática» de Wes Anderson: ese era un Bill Murray a la deriva.

Este Bill Murray, el amigote de Sofia Coppola, Wes Anderson y Jim Jarmusch, me parece una versión más floja del mejor Bill Murray, el de comienzo de los noventas, cuando John McNaughton le sacó el trote en la excelente «Perro Bravo y Gloria» y Tim Burton hizo lo propio en «Ed Wood». Ese Bill Murray estaba en buena forma. El actual, mezcla de cachorro torpe y viejo con pena, puede tornarse desagradable, sobre todo desde el momento en que descubrimos que lo que nos parecía genuino y humano, al final, no es más que un personaje que puede repetir en las películas que le pongan por delante.

Pero en fin. Entendido eso, o bien entregado a eso, uno puede ver «Flores rotas» y dejarse llevar por otras cosas.

Por ejemplo, por la música y la narración elegidas por Jim Jarmusch, que son encantadoras. Todo está a punto de caerse todo el rato, pero se mantiene en pie, hasta el final. La sensación de derrota de la película es curiosamente muy satisfactoria. Quizás es muy pelotudo Jarmusch en eso de que todo el mundo es excéntrico y estrafalario, y tiene una teoría de las cosas (tic latero de su cine, del que no ha logrado desprenderse, que tiene su máxima expresión en la insoportable y reciente «Coffee and cigarretes»). Esa esquizofrenia americana, por llamarla de alguna forma, es muy interesante para Jarmusch y muy poco interesante para el resto del mundo.

Viendo sus películas uno descubre que Jarmusch tiene doble militancia: le gusta escuchar hablar a la gente, y le gusta el silencio. Sus películas se cargan para un lado u otro de ese gusto. Su películas cargadas al diálogo son, para mí, las menos logradas («Una noche en la Tierra», «Down by law», con Begnini payaseando patéticamente). Por otro lado, lo verdaderamente interesante en Jarmusch son los silencios («El camino del salmurai», «Dead man»), el sonido de las calles y el viento de «Stranger than paradise». El silencio de quedarse pensando, mirando el mar, o una calle vacía.

En este sentido, «Flores rotas» está al medio. Para mi gusto, no es todo lo silenciosa que debería ser. Pero tiene unos secundarios entrañables. Que quizás hablan demasiado.

Pero en fin. No sé. Ahora soy yo el que habla demasiado. De todas maneras, vayan a verla y hablamos.

Y los que no vayan.. ¿para qué ver la película si se puede ver el trailer? «Flores rotas», señoras y señores, en un cine cerca de su casa.