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¿Y a quién podrá Piñera como ministro de Cultura?

Clarito

Para este martes se espera que Sebastián Piñera anuncie el gabinete con el que piensa gobernar a partir de marzo. Y solo entonces tendremos en el mundo de las artes y la cultura una primera señal concreta acerca de qué tiene pensado Piñera en términos de política cultural para el futuro. Los precedentes, en una primera instancia, no fueron buenos: fue hace menos de un año que Sebastián Piñera dijo en un programa de televisión que sería «la propia gente la que decidiría los ganadores de los fondos de cultura», puesto que «los jurados son puro cuoteo político», ante lo cual Juan Lund, su propio encargado de cultura en Tantauco terminó desautorizando sus palabras. Que fuera su hermano Miguel, un participante activo de la vida nocturna más decadente de la ciudad, quien le hiciera la pregunta fue algo que a muchos hizo aumentar esos temores. (Se supone que este fue «un exabrupto» de Piñera, pero yo no estoy tan seguro… Al final del texto volvemos a esto).

Más adentrada la campaña, fue el actor Luciano Cruz-Coke (director de «Lastarria 90») quien tomó la vocería cultural del candidato, y participó en foros, a lo que se sumó en la segunda vuelta la presencia activa de los escritores Roberto Ampuero, Jorge Edwards y hasta el actor Luis Gnecco (todos ex concertacionistas) como activos adherentes del candidato de derecha. Sin embargo, que Piñera en el discurso de bienvenida a Mario Vargas Llosa haya confundido a Jorge Luis Borges con un tal José Luis Borges volvió a activar las alarmas.

Clarito

Y es que los hechos son indesmentibles: la derecha y los centros de estudios que la apoyan (como los institutos Libertad y Libertad y Desarrollo) han demostrado un interés nulo (en el primero) y muy menor (en el segundo) por estudiar y analizar políticas culturales. Pero no es solo eso: habitualmente lo que recibimos como cartelera cultural de las comunas con alcaldes de derecha y en universidades vinculadas a ese sector suelen confundir entretenimiento con artes (véase el poster que encabeza esta columna). Que Piñera, además, haya abrazado a las figura de la farándula televisiva en los últimos días de campaña, y que hayan sido esos personajes (Miguel Piñera cantando, su esposa Belén Hidalgo agitando una bandera, Kike Morandé animando) los que visiblemente celebraron su triunfo en pasado 17 de enero solo hacen más intenso el prejuicio: que la derecha chilena, por primera vez en 50 años, tendrá que hacer política pública en una área que habitualmente confunde con el entretenimiento, que le cuesta entender y por la que ha demostrado constante desinterés.

¿Y cuáles son las chances? De acuerdo a lo que se ha filtrado hasta ahora existirían tres candidatos a ministro de cultura de Piñera. Uno, el más visible, es Luciano Cruz-Coke. El segundo es el escritor Roberto Ampuero. Y el tercer nombre, y el más sorpresivo de la lista que ha aparecido en los últimos días, es el abogado Santiago Schuster, ex director de Sociedad Chilena de Derecho de Autor, SCD.

Ese soy yoQue sea Cruz-Coke la opción elegida por Piñera sería la decisión menos sorpresiva y, de alguna manera, lógica. No solo por su activa participación en la campaña, sino que además porque su figuración pública vendría a repetir el fenómeno de la actual ministra Paulina Urrutia, que constantemente aparecía entre los ministros mejores evaluados por la ciudadanía en el gobierno de Michelle Bachelet. Un actor conocido, de alguna manera, es capital político, aunque sea de manera indirecta. Por cierto, Cruz-Coke con el teatro Lastarria 90 ha conocido (o ha sufrido, si se quiere ser más crítico) el engranaje de los fondos públicos (como beneficiario) pero también de las donaciones privadas (BHP Billiton, dueños de Minera Escondida, son el principal sostenedor de la sala). Sin embargo, Cruz-Coke no es Paulina Urrutia, quien llegó a su cargo luego de ser un activa participante de la construcción de la actual institucionalidad cultural (Ministerio de Cultura, en general) como cabeza del sindicato de actores (Sidarte), junto con su principal articulador y primer Ministro de Cultura, José Weinstein. La pregunta principal acá es: ¿querrá Cruz-Coke hacerse cargo de este ministerio? ¿No estaría más cómodo pasando una temporada como Agregado Cultural en París, sin tener que lidiar con los potenciales conflictos internos que se le vienen encima con un sector que es primordialmente de izquierda y que, además, se ha quedado demasiado tiempo en silencio aguantando los problemas burocráticos y de gestión de ese ministerio? Si llegó un momento de alegar sobre los fondos (y hay mucho que alegar) será ahora. No por nada, entrevistado por radio Cooperativa hace unas semanas, Cruz-Coke dijo sentirse «más asustado con la responsabilidad que se viene» que con «ganas de celebrar».

Ese soy yoLa opción más equívoca que podría tomar Piñera sería poner a Roberto Ampuero. Se vería mucho más como pago político (práctica que Piñera, se supone, desea distanciarse) que como «poner a los mejores». Ampuero tiene principalmente experiencia académica, pero muy poca cerca de la institucionalidad cultural chilena (ha vivido fuera de Chile la mayoría de su vida adulta) y por tanto, podría pasar algo muy común cuando se instalan personas así en cargos de importancia: querer cambiar más de la cuenta el funcionamiento del ministerio, lo que podría traerle variados problemas políticos indeseables a Piñera. Ampuero, además, es poco respetado en el gremio de escritores (la frase de Rafael Gumucio “El gobierno de Piñera va a ser horrible como las novelas de Ampuero” sigue resonando), y ni siquiera tiene el capital de ser «conocido» por la ciudadanía.

El tercer candidato, sin embargo, podría ser la jugada más astuta de Piñera. Santiago Schuster tiene un perfil mucho más cercano a los artistas chilenos, quienes se alinearon tras él hasta hace muy poco cuando hubo que defender los derechos de los artistas en el Congreso por la Ley de Propiedad Intelectual. Ese soy yoSchuster logró algo que será recordado mucho tiempo: que a los artistas se les respeten sus derechos, sean valorados en una sociedad que a menudo los ningunea, y que además, pudieran obtener rédito económico en la pasada. Schuster, abogado de profesión, debió renunciar el año pasado a la SCD por el ridículo pero impresentable escándalo de un PowerPoint sin licencia que se filtró en internet (aunque no era su computador ni era él quien hacía la presentación). Muchos dicen que poner a Schuster sería como prometer a los artistas una gestión eficiente como la que hizo en la SCD, algo que en este momento se ve mucho más necesario en el sector que aumentar los fondos. Por cierto, su elección no estaría ajena de polémicas: su nombre provocará escozor sobre todo en las redes sociales en internet, y en especial quienes le condenan su «acuerdo secreto» con la ministra Paulina Urrutia en tramitación de Ley de Propiedad Intelectual. Finalmente, poner a Schuster no está tan alejado de lo prometido por Juan Lund de la comisión Tantauco Cultura en un foro del año pasado: «que un 1% de los ingresos del proveedores de internet (ISP) sea dedicado a proteger los derechos de los artistas que son pasados a llevar por la piratería y las descargas ilegales»

Si no aparece un cuarto nombre de acá al martes, la opción Cruz-Coke parece la más probable; la opción Ampuero sería la más lamentable; pero la opción Schuster puede ser la que de verdad traiga una mejor gestión a un ministerio que debe preparar el terreno para una nueva etapa.

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Solo quiero agregar un pequeño punto: cuando más arriba dije que lo de Piñera el año pasado no había sido un exabrupto me refiero a esto: el concepto de que la cultura sea decidido por «las personas» y no jurados» está en este texto del Instituto Libertad y Desarrollo de septiembre de 2004 llamado «¿Hacia una cultura oficial?»:

Clarito

En otra «joyita» de hace apenas 10 años, un documento de LyD llamado «Cultura oficial o libertad cultural» declaraba sin problemas que «al Estado no le corresponde participar activamente en la cultura» ya que está es solo «una manifestación de las personas de una sociedad».

O sea, podría ser exagerado decir que el año pasado en Cadena Nacional Sebastián Piñera se estaba «saliendo de libreto» o que «lo sacaron de contexto». Más bien, solo lo estaba haciendo explícito.

Más textos aterradores que han publicado los centros de estudios de derecha sobre lo que piensan de política cultural, por acá.